domingo, 12 de febrero de 2012

LA PESADILLA


LA PESADILLA

Todo empezó hace 40 años. En esa época se conoció como influenza AH1N1. Un nuevo virus, la mutación del resfriado común. Cuando lo recuerdo siento una ligera sensación de algo que podría llamarse humor.
En ese momento, el anuncio lo escuché por la televisión, en la confortable sala de mi casa, afuera oscurecía ya. Dentro, yo estaba sentado en mi sillón favorito, que era de color terracota. Mamá cocinaba y el olor avisaba que la cena estaba lista. Por más que trato de esforzarme en recordar, no logro saber qué fue lo que cenamos aquella tarde tormentosa que se convertiría en el principio del fin, aunque en ese momento no lo supiésemos. Este periodo de desconocimiento duró 20 años más.
Cuando nuestro gobierno hizo el anuncio, la gente no sabía cómo reaccionar ante el concepto de epidemia. Lo que hicieron las personas fue salir lo menos posible a las calles. El metro en hora pico, que en tiempos pasados era como una lata de sardinas, ahora era como un complejo de leprosos. A pesar de haber muchas personas, todos trataban de no tocar a los de al lado. Si alguien se atrevía a estornudar todos los demás lo miraban con una mezcla de miedo, asco y agresividad. Solo te quedaba como opción bajarte del vagón. Todos parecían ser científicos o astronautas. Desde la señora con un sencillo cubre bocas, hasta los hipocondriacos con máscaras antigás y guantes, que a la larga sirvieron de muy poco.
Las calles estaban desiertas. Reforma, que en otros tiempos rebosaba autos, ahora parecía un desierto y seco lecho de un río. Ni una sola alma se movía. Únicamente la gente que tenía necesidad de salir se aventuraba a las calles. Las esculturas que siempre han caracterizado esta avenida, en ese momento escaseaban de público. El aire barría con ímpetu alguna que otra basura, como si fuera un paisaje marciano. Solo los perros callejeros y otros animales se exponían a andar en este lugar. Parecía una ciudad fantasma.
La enfermedad se extendió por todo el globo. Casi un año después de su aparición la OMS declaró el fin de la pandemia. Craso error. Debieron seguir monitoreando la enfermedad; nos confiamos. Poca gente murió en ese entonces. Unas 19,000 personas, según cálculos oficiales, en todo el planeta. Nada de qué preocuparse si la población mundial ascendía a miles de millones.
Varios años después nos dimos cuenta de lo que pasaba. El resfriado solo era la primera fase de una enfermedad siniestra que tenía un periodo de incubación de un largo lapso de tiempo para nosotros, no así para un virus. Lo siguiente era lo peor. En el año 2050 la gente comenzó a transformarse. Todos los que se habían contagiado se convertían en seres sumamente agresivos, dominados por sus instintos básicos. Una especie de zombis, si tuviéramos que definirlos mejor, nuestras pesadillas cinematográficas se habían hecho realidad. No sabemos qué modifica el virus en el cerebro, en lo único que piensan estos zombis es en dar dentelladas a todo ser vivo. Parecen tener hambre. Aunque esto solo lo suponemos, no se sabe de nadie que haya entablado una conversación con un zombi. Brotaron por millones. Pronto descubrimos que si un zombi te mordía, no hacía falta una incubación de décadas. La pesadilla fue más sombría aún.
Obviamente las instituciones gubernamentales fueron rebasadas casi de inmediato en países como el nuestro. Otros países mejor preparados, sobre todo militarmente, como Estados Unidos, Rusia, Francia, Israel, etc. Lograron contener la infección. Ellos fueron los precursores de la Coalición de Naciones. Un organismo para erradicar la infección. La Coalición comenzó una operación de limpieza a nivel global. No hay cura para la enfermedad, si un zombi te muerde, la mejor y única cura es una bala en medio de los ojos. La única salida es el exterminio de los zombis.
Yo fui de los pocos sobrevivientes en México. Lo recuerdo y siento escalofríos. Me escondía en rendijas o en pequeños lugares donde ellos no pudieran oírme y mucho menos alcanzarme. El hambre y las noches eran lo peor. El insomnio por estarlos oyendo pasar cerca de mí. Escuchar cuando atrapaban algo vivo hacía que se me erizaran los cabellos de la nuca.
Sobrevivir fue de lo más duro, llegó un punto, en que en mucho tiempo, no encontré de comer cosa alguna. Supongo que habré desfallecido. Lo único que puedo rememorar es a un escuadrón de limpieza de la Coalición de Naciones acabando con algunos zombis y llevándome a un vehículo en una camilla. Cuando abrí los ojos me hallaba en un centro de cuarentena de la Coalición. Las paredes eran totalmente blancas. Como único mobiliario tenía una litera empotrada a la pared y un inodoro. Había una ventana por la que me gustaba mirar, daba al patio de prácticas de los reclutas de la coalición. Estuve algunos meses ahí. Cuando me liberaron me enlisté en las fuerzas de búsqueda y rescate de la Coalición. Formo parte de un escuadrón de apoyo de la coalición para buscar sobrevivientes. Mis compañeros y yo llevamos cada quien un perro, son los mejores para encontrar sobrevivientes por su olfato tan agudo. Nuestro trabajo es protegerlos a ellos y a los sobrevivientes, si los encontramos. Cuando esto pasa, aseguramos el área y pedimos apoyo para una evacuación.
A veces pienso que todo esto es una horrible pesadilla de la cual algún día despertaré. Rezo porque así sea. Aun conservo la esperanza de un mundo mejor.

Autores: AVRL y CANEK
Publicado por: LORD KAOZ SIK

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